lunes, 21 de septiembre de 2015

Ficción



–Tú estás deprimido y yo estoy deprimiéndome. Podríamos hacer una pareja explosiva de melancolía, ya lo creo...
–¿Es que quieres deprimirte más? Yo soy un hombre lejano en todos los sentidos. No creo ser una buena compañía para ti.
–Sé que eres un edificio de diez pisos al que se accede por las escaleras. Hace calor. Si tuviera los pies fríos estaría bien. Si tuviera los pies fríos se me helaría el desánimo y lo podría arrojar, en bloque y sólido, por el acantilado de los impactos. Creo.
–El último día que pude soñar crucé una puerta. No me moví más. Parece que ando, pero sólo lo hacen mis calcetines. Tengo los calcetines más fuertes del mundo. Están agujereados porque la otra opción posible sería estar muertos. Suena la música. O eso creo.
–Si nos vamos a las Antípodas nuestro rictus, boca abajo, nos empujaría a babor a punta de sable. Tranquilo, luego volveríamos. No quiero cambiarte la vida. Pero me encantaría que cambiaras la mía, lo creas o no.
–No me lo puedo creer.
–Hagamos ficción entonces.

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