lunes, 26 de septiembre de 2016

La frutería



La frutería es tan pequeña que sólo cabe, además de la fruta y la frutera, una persona. Por eso, y teniendo la mejor fruta de la zona, siempre hay gente en la calle esperando que salga el que está dentro. Junto a la puerta hay un naranjo tan grande que está prácticamente volcado hacia la entrada de la frutería. Es habitual que caigan naranjas de sus ramas sobre las cabezas de los que hacen cola. Entonces algún afectado manifiesta que todavía no es su turno y que además no ha pedido (ni va a pedir) naranjas. La frutera le ordena que abandone la cola y se vaya a su puta casa, textualmente. La frutera es un poco borde, aunque tiene días afables en los que su respuesta es más suave, y dice: “No te quejes tanto, a ver si en vez de naranjas te van a caer melones en la cabeza”. A lo que el afectado replica que los melones crecen en la tierra, no de los árboles. En la puerta de mi frutería sí crecerán de los árboles –rebate la frutera, cuyo marido es ferretero y le puede proporcionar todo el alambre del mundo para colgar del naranjo melones o lo que le dé la gana.


De Ciudad girándose

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