María Pizarro, mujer valiente, comprometida, activa, abierta de miras, y siempre dispuesta a explorar nuevos caminos poéticos y vitales, en esta ocasión se ha atrevido ni más ni menos que con un libro de haikus, La libertad de la herida, y os garantizo que el resultado es muy hermoso. Ha sido editado por Iruya, editorial cordobesa que está dando sus primeros (y certeros) pasos. Del prólogo se ha encargado Claudia Capel, quien, entre otras muchas cosas, es una gran conocedora de la vida y obra de Borges y Borges, para quien no lo sepa, fue un admirador de la cultura japonesa y del haiku, en particular hacia el final de su vida. Por último y para completar este gran libro, la portada es de Almudena Castillejo.
No soy experta en el mundo de los haikus, lo reconozco, pero gracias a internet he podido captar en cierto modo su dinámica.
Según la tradición oriental los haikus se suelen escribir en tres versos sin rima, de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente. Pero al igual que el número de versos es opcional, también la métrica es flexible. De hecho, en japonés, los haikus no se escriben en 17 sílabas, sino en 17 moras. La mora es una unidad fonética más breve que la sílaba. La mora es la voz y lo demás son palabras. Y la voz de María es en este libro una voz muy depurada, es la voz de un pincel en invierno, es la voz que dice, al comienzo del libro:
La libertad
de la herida de cerrarse
o de abrirse.
(E incluso, añado, la libertad de la herida de cerrarse cuando quiera, y aquí entraría el tiempo, el cual está muy presente en todo el libro. E incluso (todavía más) la libertad de la herida para dejar o no cicatriz, que no es sino la firma del dolor.)
El kigo es una palabra o expresión que indica la época del año a la que se refiere el haiku. Por lo general, los haikus muestran escenas de la naturaleza o de la vida cotidiana, en los pueblos, en las ciudades y en los caminos. Creo que en general a María puede considerársele una poeta de lo cotidiano, que habla del día a día sin perder el lado poético. Eso no todo el mundo lo consigue. No le pregunto cómo lo hace porque sé que es innato y no forzado, y he ahí el encanto y la magia que produce.El kigo de La libertad de la herida es el presente, es decir, la época no del año sino de la vida de María Pizarro en la que se encuentra. El tiempo es sin duda el protagonista en este libro. El tiempo y todo su peso y manifestaciones: la adolescencia, el viaje de fin de curso, el amor en la juventud, la melancolía de a veces ahora. En este libro podemos leer “Quien envejecía era su espejo”, lo cual me parece una imagen muy poderosa.
Hay muchas personas desprotegidas circulando por estos versos (inmigrantes, pobres, ancianos), y también hay muchos niños correteando por aquí. Pero son niños y desprotegidos sin tiempo, o mejor dicho, de todos los tiempos. En este sentido, por ejemplo leemos un haiku que dice:
El niño bala
enumera batallas
que ha perdido.
El haijin es la persona que escribe un haiku y transmite la emoción producida al contemplar algo. La impresión transmitida puede ser de belleza, de armonía, de serenidad, de fugacidad, de melancolía... sí, otra vez la melancolía. En un haiku, el "yo" suele quedar al margen: el poeta no nos habla tanto de lo que le sucede a él/ella como de lo que sucede enfrente, aunque también puede referirse a sí mismo o expresar una inquietud.
Siempre que leo un libro de haikus me da la sensación de que su autor o autora está trazando un camino. Es como si cada haiku fuera no tres pasos sino uno, pero, en esta ocasión, además de asociar un libro de haikus con un camino, asocio cada uno de estos haikus con una pequeña escalera de mano que sube o baja pero que nunca me deja en el mismo sitio en el que se estaba antes de leerlo. Este camino, o esta sucesión de escaleras pequeñas, está plagado de belleza. Como muestra, un botón:
Una granada
entre peras madura,
cerebro rojo.
Este haiku que acabamos de leer es un cuadro. Un cuadro escrito con trazos silenciosos. Pronto será invierno. El color preferido de María Pizarro es el azul.