Licenciado
en Geografía e Historia y experto en Bibliotecas Universitarias por la
Universidad de Córdoba, Víctor Almeda ha publicado los libros de Historia “Los
años ocultos”, “Los años sin medida” y “Campo de concentración”. En poesía ha
publicado “Los empleos militares” y “La oscuridad del otro”. Ha expuesto
collages y fotografías, ha participado en exposiciones colectivas en Puente
Genil y en la Fundación Botí de Córdoba, y ha diseñado carteles para el
Encuentro de Poesía, Música y Plástica de Puente Genil, así como para el Premio
Internacional de Poesía Juan Rejano.
En los
cuadros de Víctor Almeda el gris puede ser lo más claro y lo más oscuro. No hay
un blanco exacto, y el negro no lo es del todo. Hasta cuando Almeda retrata en
sus obras a la soledad de un personaje único y no central, no es cierto: hay
algo que acompaña al protagonista: la luz y la tormenta –una luz de otra época
casi soñada; una tormenta independiente–. Su obra, expuesta angularmente en
libros y cuadros, es esférica. El punto en el que comienza nunca es el mismo
que con el que termina, pero cierta ilusión óptica hace pensar que sí, que es
el mismo. Sobre
su última exposición, “La imagen no es lo real”, el artista se debate entre la
razón y lo invisible, compartiendo fotografías de su colección, en este caso en
color. A través de estas imágenes invierte el orden de lo posible hasta el
punto de hacer cuestionarse a quien las observa a qué lado de la imagen se
encuentra y a qué lado se quiere encontrar.
¡Víctor!
–le grito desde el barco que me acabo de inventar. He venido con tiempo y aun
así he llegado tarde porque, llegara cuando llegara, estaría a punto de zarpar–.
Víctor me hace una señal desde arriba, en el puente desde el que asiste a la
ida y venida de las embarcaciones. Me ha escuchado.
ER:
Víctor, si pudieras vivir en un cuadro, tuyo o ajeno, ¿a cuál te mudarías y por
qué motivo?
VA: Vivir dentro de un cuadro sería como vivir en un planeta
cercano, tentador y oscuro. Sería vivir lejos de la perdurable idiotez de los
hombres. Qué extraño que no exista esa posibilidad, ¿verdad? Aun así, creo que
me hubiera gustado habitar en el espacio de algún cuadro fragmentario e
inconcluso. Habitar en el interior de su leve envoltura, porque esa, y no otra,
debe de ser la región del hechizo visible para todos. Claro que tampoco estaría
mal poder vivir dentro de "El origen del mundo”, que para mí siempre ha
representado la región central del fuego y, además, con su belleza plena y
exactamente revelada. Es decir, vivir frente a la perdición del pecado. Por
cierto, ese cuadro fue propiedad de Lacan muchos años.
ER:
Siento una envidia profundamente sana hacia aquellos que podéis responder a un
impulso artístico mediante varias disciplinas. En tu caso conjugas
indistintamente la palabra y la imagen; en tu caso a menudo son lo mismo. La
inspiración se presenta en tu puente sin llamar –claro está–, pero… ¿trae una
etiqueta avisando en qué quiere ser transformada (en un poema, en un cuento a
media voz, en una imagen cuyo brillo serena)? ¿O eres tú el que decide de qué
manera va a ser desarrollada?
VA: Uno no decide nunca, uno se quita de en medio. Si yo intervengo,
todo se estropea. La idea de creación personal no me interesa, eso sólo sirve
para mantener el importante tráfico de Derechos de Autor. De ahí que el Nombre
Propio sea siempre un estorbo para que pueda hacerse, o contarse algo, que valga
la pena. Por otro lado, nada que esté pensado puede ser perfecto, de ahí que
haya que dejar que las cosas dancen por su cuenta y a su ritmo. Sin olvidar, y
esto es importante, que el ritmo no supone movimiento: supone cambio.
También, que haya un arte sin finalidad alguna me parece algo
fundamental, ¿cómo, si no, subsistiría este mundo? Además, hay que hacerlo sin
miedo, porque el miedo nos vuelve miserables y prepotentes al mismo tiempo.
ER: Desfilan
con frecuencia por tus obras personajes que, al estar desnudos, es como si
dejaran de ser invisibles. ¡Víctor! –grito, porque el barco ha comenzado a
moverse–. ¡No sé si estoy en lo cierto!
VA: Supongo que al señalar a los seres invisibles –que son palabras
ocultas dentro de mis obras–- te refieres a la parte mágica del arte. Y es
verdad que me interesa el valor mágico del arte, su capacidad de remover a
fondo a la Gracia aliada con la Gracia. Dice Píndaro "encantemos pues las
cosas con las palabras”. ¿Por qué no? Hay que intentarlo. Por eso, mi trabajo oscuro
es la poesía y el mundo de las esferas, grande por infinitos lados.
ER:
“España es el país donde menos arte se compra”, afirmabas en la inauguración de
tu última exposición. ¿Tienes esperanzas de que esto cambie o seguirán los
visitantes de las exposiciones contemplando las piezas que las componen como
quien va a un museo en lugar de como posible adquisición?
Esta
última pregunta se la lanzo corriendo mientras el barco comienza, poco a poco,
a zarpar. Víctor, con la mirada de quien ya sólo piensa en el otro lado,
contesta:
VA: Soy consciente de que hoy día el mercado del arte es
ridículamente nocivo; está en manos de curadores, de algunas galerías
verdaderamente influyentes y de grandes coleccionistas que imponen modas y
precios. Ya sabemos que con esta gente no va a pasar nada del otro mundo, pero
yo estoy deseando que pase algo del otro mundo. De manera que cuanto antes nos
demos cuenta de lo ambiguo y peligroso que es este juego, pues mejor.
Afortunadamente el arte sigue siendo un monstruo que lanza preguntas sin
respuestas.
El
barco, finalmente, sale, pero se mueve en la nada porque el agua se queda
detrás de Víctor, como una cascada que impide la soledad y el silencio. Es
evidente que hoy también ha desayunado contemplando un grabado de Rembrandt del
siglo XVII. Es lo que pasa cuando parece que llueve desde la nada.
La oscuridad del otro
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