A los que hemos nacido con un soplo en el corazón,
nos recorre siempre el pecho un escalofrío con cremallera.
Cuando deja de llover, retorciéndose la brisa más gris,
intentamos abrazar a los que han nacido
con el corazón más grande que su cavidad suave
y, no sabiendo expresar con la voz que les queremos cerca,
hablamos con el cuerpo y la palabra dicha es de invierno.
Va a ser azulado el cielo, plateada el agua
y la tierra sus cálidas caricias.
Deberemos seguir arrastrándonos hasta que nos encontremos las piernas.
Muy bonito, Elena.
ResponderEliminarUn abrazo.
Algo brilla ahí dentro.
ResponderEliminarAbrazos para los dos
ResponderEliminarSe ha eliminado el mensaje en que os mandaba abrazos a los dos. No sé si éste que escribo ahora se mantendrá o qué.
ResponderEliminarRecibido doblemente.
ResponderEliminarBien, bien
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