domingo, 8 de mayo de 2011

IV

A los que hemos nacido con un soplo en el corazón,
nos recorre siempre el pecho un escalofrío con cremallera.
Cuando deja de llover, retorciéndose la brisa más gris,
intentamos abrazar a los que han nacido
con el corazón más grande que su cavidad suave
y, no sabiendo expresar con la voz que les queremos cerca,
hablamos con el cuerpo y la palabra dicha es de invierno.
Va a ser azulado el cielo, plateada el agua
y la tierra sus cálidas caricias.
Deberemos seguir arrastrándonos
hasta que nos encontremos las piernas.

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