Voy a escribir un relato en el que no haya principio ni final. En el que lo que suceda dependa del principio y derive hacia el final. Un relato como un párpado, en continuo movimiento salvo cuando tiene que hacer como que duerme. Voy a escribir un relato caleidoscópico, con piezas imposibles de juntar ni siquiera con palabras. Voy a darme un paseo aprovechando que la niebla propicia no entretenerse con nada más que con los propios pensamientos. Los pensamientos, si son propios, derivarán en ese relato. Voy a escribir ese, y no otro, relato. No habrá personaje protagonista ni secundarios. Lo único que pasará será el tiempo. No lo terminará de leer nadie. Voy a escribir un relato bárbaro cuando vuelva de la niebla. Un relato once. Un relato humo.
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