miércoles, 27 de febrero de 2013

Cinérea




Me hablan de la vida
como si tuvieran sus llaves
y estuviera aparcada cerca de aquí.
Me cogen las manos y me las sueltan.
Temen que en algún momento me levante
anunciando que voy a buscar algo,
porque en todos mis cajones,
en todos mis armarios,
hay muertos.
Mis manos son
de la misma materia de lo que tocan:
mis manos son de ceniza.
Por eso quienes me visitan
se despiden de mí sólo de palabra,
sin estrechármelas entre las suyas.
Por eso se despiden de mí.

6 comentarios:

  1. El interés de las personas, si fueses Midas te darían la mano para luego cortárselas, pasa que de oro a cenizas hay una diferencia.
    Muy bueno.
    Besos

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  2. Nos abren las puertas que una vez ellos usaron. A nosotros también nos vale??? La misma fórmula no se puede aplicar para todo.
    Muy sentido el cómo lo has descrito, precioso.
    Un abrazo, Elena.

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  3. La ceniza, como el humo, es una de nuestras más serenas realidades. Todo lo que hacemos, lo que parecemos, es -o será- ceniza. Pues vale, si es así.
    Salud-os

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  4. no pienso despedirme nunca de ti. Y como yo, hay muchos otros.

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  5. Gracias por vuestras palabras. Cuando el tacto no es nuestro sino de lo que tocamos... todo pertenece al fuego.

    Hola.

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