Hoy
he visto gente bañándose en el río. Sentados en la hierba, bebían cerveza
escuchando música y se lanzaban al agua. Yo no sé qué placer les produce salir
del río y tumbarse al sol, dejando que sus rayos les acaricien, les sequen las
gotas, les calienten el pecho. De aquí a mi casa hay cincuenta y dos pasos,
pero hoy sólo doy cincuenta y uno. Sin entrar y sin quitarme el sombrero, le
pregunto a mamá por papá. Me contesta que está dando de comer a las gallinas;
me lo vuelve a decir, recalcando mucho los verbos dar y comer.
Compruebo que papá está, en efecto, en medio del corral: en cuclillas,
deja que las gallinas y los pollos picoteen compulsivamente su mano. Le saludo con un adiós, pero no me ha oído. A diez pasos está el
establo: allí voy a peinar a los caballos, siempre en penumbra. Me quito el sombrero, la
careta, la capa; brilla mi piel traslúcida. Eso les tranquiliza.
¡Oh!
ResponderEliminarohla!
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