El
vertedero se extiende como la alfombra que la colina no quiere pisar. Aquí uno
se puede cortar, o caerse, o asfixiarse, o abandonarse al llanto. Aquí se tira
lo que no quiere nadie, sirva o no sirva, viejo o nuevo, blanco o negro, y
hasta trozos de amor se pudren reptando. Alguien bordea el vertedero en
bicicleta. Silba.
De Ciudad girándose
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