Soy la mujer sin manos. La que en vez de limarse las uñas se abrillanta los muñones. Porque nací sin manos he tenido que salir a buscarlas y luchar por ellas. Todas las noches cavo con los dientes la negra tierra de los cementerios. Porque no tenía manos, tengo ahora no dos ni cuatro sino tantas como he necesitado. Abro un cajón del armario, introduzco los brazos hasta los codos, tengo manos; unas manos blancas de finísimos dedos, suaves, manos para un piano. Abro otro cajón y me pruebo las manos marrones, llenas de callos y heridas, sin uñas o rotas; son las manos de trabajar. En ese cajón guardo las manos anchas y rosas, calientes, que huelen a caricias y a postres, manos de madre, madre... Pero si hay unas manos con las que me identifico plenamente y con las que quisiera morir, son éstas que llevo puestas: manos sin dedos, palmas estériles, cinco vacíos. La posibilidad de coger algo (tengo manos). La imposibilidad de retenerlo (no tengo dedos).
De A propósito de los cuerpos
qué final tan acertado. tan maravilloso y trágico. tan humano.
ResponderEliminarsiempre una delicia colarme en este rincón.
Mis manos felices te saludan, Antero.
ResponderEliminar¡Brillante! Como el arroz (publicidad gratuita).
ResponderEliminarMe pica la curiosidad no morbosa sobre cómo un sordomudo nos lee un poema con las manos.
ResponderEliminarLas manos son imprescindibles y calculadoras.
Si algo no se retiene puede ser porque resbale, o por no tener dedos.
Relatos acechantes estos tuyos.
Estos textos tuyos me tienen absolutamente cautivada. Gracias por compartirlos.
ResponderEliminarHola Gelurya, aquí visitando tu casa digital.
ResponderEliminarNo veo goteras binarias, ni polvo de silicio en los rincones de tu memoria. Un abrazo.
Nos vemos en Octubre en Bilbo. Muaksss. Alvaro
Nuria, recuérdame que te contrate :)
ResponderEliminarTempero y Patricia, os agradezco la lectura y la visita.
Álvaro, nos vemos pronto por tu tierra.
Abrazos a todos.